domingo, 17 de junio de 2007

Grande la Titi

Cuando tenía 5 años ya había aprendido a leer, escribir, sumar y restar. Mi madre entonces tuvo una idea: que rindiera Inferior (primer grado) libre e ingresaba directamente a Primero Superior (segundo grado) y ¡ganaba! de esa forma un año. Todos saben lo importante que es, y sobre todo a esa edad, la socialización.
Rendí bien, llorando todo el examen, pero rendí bien.
El día de ingreso tenía ese miedo que te hace temblar las piernas. Conocía los números y las letras pero no las relaciones humanas de la escuela.
En la puerta del aula mi mamá me soltó la mano y me dio un suave empujoncito en la espalda. Yo miré hacia adentro y ví una maestra gordita, ojuda y simpática y una multitud de niñas chillonas. Entre ellas una sonrisa enorme de una vecinita que con su palma derecha golpeaba el asiento del banco como diciendo “vení acá”, era la Titi. Pasé, me senté y sentí por primera vez el calorcito de la solidaridad. Hoy, sigo reconociendo en esos gestos señales de amor.

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